Mi nombre es Gilberto Antonio Angulo Escobar, nací en Santa Marta y vivo en el municipio de Bugalagrande, Valle del Cauca. Junto a mi hermano Luis Carlos, somos los únicos adventistas en la familia. Mi papá es militar y goza de su pensión junto a mi madre, y tengo otra hermana que conoce el mensaje adventista y vive en Andalucía, Valle del Cauca, un municipio cercano.
La traducción como puerta a la educación en UNAC
La oportunidad de estudiar se presentó cuando estaba haciendo una traducción para un grupo de predicadores provenientes de Estados Unidos, Quiet Hour Ministries, quienes necesitaban traductores para un ciclo de conferencias en la ciudad de Tuluá. El presidente de la misión en Pereira, el pastor Luis Fernando Manrique, junto a la administración, buscaban un equipo de miembros de iglesia que supieran inglés.
Fui referenciado por la familia pastoral de Tuluá, el pastor Álvaro Díaz y su esposa Janet Flórez. Dios me había dado gusto por el inglés desde muy niño, y cuando terminé mi servicio de traducción, donde se bautizaron 7 personas, el pastor Manrique me sugirió estudiar una carrera.
Me habló de un programa de licenciatura en educación en inglés que ofrecía la UNAC de manera virtual. Acepté el reto, motivado también por la hermana Janet, quien me había pedido ayudar en el colegio Colombo Adventista de Tuluá. Aunque no tenía el título, me gustaba enseñar inglés desde transición hasta 5° de primaria, y luego con horas cátedra. Las circunstancias se dieron para que pudiera estudiar, con becas ofrecidas por la misión central, mis ahorros y el apoyo de la universidad.
Mi paso por la universidad fue un milagro. Me quedaba en la casa de la hermana Alicia, donde siempre había un lugar disponible. Gracias a la puntualidad en los pagos, los beneficios por pronto pago y mi plan de inversión, pude graduarme con honores.
En 2017, ya casado y con un hijo, mi esposa y yo nos sentimos felices y agradecidos. Actualmente, estoy laborando en el sistema educativo público, con una segunda maestría en psicopatología de infancia y adolescencia. La UNAC fue parte fundamental en nuestra vida personal y profesional, guiándonos y orientándonos hacia la educación y los valores cristianos. A pesar de no pasar mucho tiempo en la universidad, aprovechábamos al máximo los espacios espirituales y de compañerismo que esta brindaba. Los docentes y su potencial como profesionales nos brindaron conocimientos y fundamentos para ser siervos de Dios dondequiera que estemos.